Que la Tierra no durará para siempre, es una verdad
que nadie puede negar. Como todo planeta, el nuestro también tuvo su comienzo y
tendrá su final. Si logramos sobrevivir a nosotros mismos (que de por sí, no es
poca cosa) y a las amenazas de meteoritos en los que la Tierra forma parte de
su trayectoria, todavía queda una tercer amenaza.
El Sol, fuente de vida y calor, conforme envejezca se irá haciendo
cada vez más grande y brillante. En
sus primeros 4.500 millones de años, su temperatura ha aumentado en un 40%. Si
pensamos en unos mil millones de años más, el brillo del Sol aumentará otro
10%, haciendo evaporar por completo los océanos de la Tierra. La
vida en este planeta se haría insostenible.
Si en vez de mil pensamos en unos 7.590
millones de años, la Tierra será desprendida por completo de su
órbita y se verá atraída en un irresistible espiral que la
llevará directo hacia el Sol.
El fin de la Tierra es inevitable, lo que no implica
que lo sea el de la humanidad como especie. Para ese momento, se espera que los
seres humanos hallamos colonizado otros planetas que cuenten con las
condiciones para el pleno desarrollo de la vida.
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Ciencia
11/26/2011
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