Akenatón el faraón que eliminó miles de deidades y declaró al Sol como único dios


La idea de Akenatón era dramática y revolucionaria: por primera vez en la historia, un faraón quería reemplazar el panteón de los dioses egipcios con uno solo, el creador de todo: el Sol o Atón, como se llamaba. Era el décimo faraón de la dinastía XVIII de Egipto y reinó empezó alrededor de 1353 a. C., una época que lo que estaba proponiendo era herejía.

Sin embargo, él era un faraón, un dios viviente y podía cambiar todo: la religión, la política, el arte y hasta el lenguaje. Y vaya si lo hizo. Decretó que los 2.000 dioses tradicionales que habían protegido a Egipto por más de mil años quedaban eliminados. Es difícil imaginar lo que sintieron los egipcios del común. El concepto debió ser inconcebible.  Los dioses en formas animales y humanas fueron reemplazados por un dios abstracto, el Sol que iluminaba con sus rayos al rey. Para los sacerdotes tradicionales, quienes habían dedicado sus vidas enteras a los antiguos dioses y habían sido extremadamente poderosos hasta entonces, era una catástrofe. 



Akenatón y Nefertiti viajaron unos 320 kilómetros hasta llegar a lo que en la actualidad es Amarna, donde construyeron una ciudad. En una roca que todavía está en una de las lomas está escrita una proclamación pública compuesta por Akenatón que explica la razón que lo llevó a escoger precisamente ese lugar. Según dice, el gran dios sol les dijo: "Construyan aquí". ¿Cómo se los dijo? Con una señal. El lugar está rodeado de lomas y en ciertos momentos del año el Sol sale entre una grieta creando la forma del jeroglífico del horizonte.

Posteriormente miles de personas de la lejana Tebas fueron traídas para construir, decorar y administrar la nueva capital en la que llegaron a vivir hasta 50.000 personas. Excavaron pozos, plantaron árboles y jardines; el árido desierto floreció. Construyeron casas y palacios bellamente decorados, así como templos al dios único. La visión de Akenatón de una utopía religiosa se fue convirtiendo en una realidad. Akenatón había logrado establecer una nueva ciudad, un paraíso religioso en el desierto. Se había declarado hijo de Dios y parecía que su revolución religiosa en Egipto era exitosa.


Pero todo empezó a derrumbarse. Sus súbditos, incluso los que vivían en su ciudad, realmente no habían abandonado a los otros dioses y el faraón se enteró de la traición. Ordenó buscar todas las imágenes de los antiguos dioses y destruirlas, especialmente las del rey de todos los reyes Amón-Ra. 

Luego una epidemia mato al 40% de la población y, como era el faraón, Akenatón era considerado personalmente responsable por la desgracia. Era obvio, para sus súbditos, que la catástrofe se debía a que había ofendido a los antiguos dioses.

El paraíso de Akenatón estaba al borde del colapso. Para sus asesores y cortesanos seguro era un lastre peligroso. El país estaba perdiendo su riqueza y poderío. 13 años después de la fundación de su ciudad, Akenatón murió. Hay quienes creen que fue asesinado para que su reinado terminara.

Fue Tutankamón quien rescató a los antiguos dioses, y restauró el poder y la prosperidad de Egipto. Los sacerdotes regresaron, más poderosos que nunca. Y la vida volvió a la normalidad. Ningún faraón egipcio volvió jamás a tratar de cambiar el orden establecido o a desafiar a los dioses.  Los que vinieron después de Akenatón se esforzaron por destruir cualquier rastro de él y de su culto hereje. Sus estatuas fueron derribadas y, para despojarlas de significado, las piedras de sus templos usadas como material de construcción de otros nuevos. Esas rocas talladas quedaron ocultas para que nadie las volviera a ver. La ironía es que eso las preservó para la posteridad: en la década de 1920 empezaron a emerger y mucho de lo que sabemos de Akenatón y el culto de Atón viene de ellas.


Fuente: BBCMundo
Antiguedad
10/28/2017
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